Callarcomo callan las mujereshasta que el dolor se haga polvo y se pueda esconder
bajo la alfombra.
Callar
laspalabraslaspalabras
y ensordecer
de ruido,
de ligeros
zumbidos
de libélula.
Callar
y sonreír
hasta que la sonrisa
se haga carne
y ya no duela.
MARIANA FINOCHIETTO.
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