martes, 5 de agosto de 2014




Tal vez 
porque el día 
fue largo,
y me duelen
las manos 
de caricias gastadas.

Tal vez
porque me canso
de palabras
y mapas
que conducen
a la Tierra de nada.

Tal vez
porque ya es hora
de cantarme bajito
y dejar la soledad
para mañana.

MARIANA FINOCHIETTO


domingo, 3 de agosto de 2014



A orillas
de las tierras silenciosas,
allá, 
donde no se atreven los pájaros,
he abandonado el corazón.

Los lobos
de mis pesadillas
lo han cuidado
del dolor que no duerme.

Ya no es mío.
Ya no me pertenece
Es apenas otra fiera solitaria,
vagando por la tierra,
desamparada,
pero viva.

MARIANA FINOCHIETTO.





No era mi destino
nombrar
con la cadencia 
de las mujeres
de mi sangre.

No estaba en mis estrellas
enlazarme
a mi estricto linaje
de silencios.

O no quiero.
O no puedo.

Por azar
o rebeldía
ésta es mi vida.

¿Cómo se puede callar
la voz
que roe las entrañas
buscando luz?

MARIANA FINOCHIETTO.




Llegás
como la lluvia
algunas tardes,
con un rumor
suavecito
de agua clara,
y dan ganas
de bailar
descalza y niña
sobre la hierba
fresca y verdecida.

Llegás.
Y yo te espero
detrás
de mi última inocencia.

MARIANA FINOCHIETTO.





Sentada
en un banco de la plaza
abandono el libro,
atrapada
por la mujer que corre
-¿detrás de qué certezas?-
incansable
sobre la vereda.

Corre
abstraída
del tráfico y la gente,
del horizonte
de edificios que la cercan.
Corre
como si escapara
del paraíso circular
de quince árboles exactos
y una parodia de cielo
sostenida por cables.
Corre
como si aún la sostuvieran esperanzas.

Yo
sentada en un banco de la plaza
vuelvo
mi corazón al libro.

MARIANA FINOCHIETTO.